MANOS

Esta tarde me he descubierto mirándome las manos y he descubierto la cantidad de recuerdos que tengo asociados a mis manos.

Recuerdo un día peinando a la hija de un amigo, pasándole el cepillo y colocándole las coletas de tal forma que al terminar, se miró en el espejo y dándose la vuelta me abrazó y me dijo: "Eres la mejor"

También recuerdo ese día en el que unas palabras a través de un ordenador me inspiraron tal ternura que no pude evitar acariciar las teclas con los dedos como si de tu propia piel se tratase.

Mis manos haciéndote cosquillas, intentando que abrieras los ojos. Mi mano en tu mejilla cuando nuestros labios se rozaron. Y tu mano reposando en mi cintura.

Recuerdo, por ejemplo, aquella vez en la que tu mano derecha desató la lazada de mi blusa y me guió hacia lo desconocido que, minutos más tarde podría haber pensado que era el mejor momento y lugar de mi vida. El tic tac de tu mano en mi espalda y después en mi cintura cuando deseé que aquel momento no terminara nunca.

Mis manos diciéndote adiós y retorciéndose nerviosas mientras esperaban a que te dieras la vuelta para sacar el pañuelo y empezar a secarme las lágrimas.

ATURDIDA

Estoy intentando ordenar mis sentimientos. Los tengo todos aquí, encima de la mesa. Los etiqueto con cuidado. Sí, este tan feo se llama rencor. Lo rotulo con las letras bien grandes, así la próxima vez lo veré venir desde lejos. A éste otro le voy a quitar el polvo. Pobre, casi no me acordaba de él.

Los ordeno por tamaños y colores. Qué bien, cuánto rojo y qué poco negro. El toque justo de verde, para que luego digan que no soy optimista. Me alegra comprobar que desde la última vez el gris se ha desteñido un poco. Vamos bien, me digo entonces.

Abro mi corazón y uno a uno los vuelvo a meter dentro. Ya casi estoy. ¿Sabes qué? A ti ya no te quiero, ahí te quedas. Cierro con llave, pulso on y el músculo vuelve a latir.

Respiro hondo y me siento bien, aunque sé que esta sensación no durará mucho, cuando te vuelva a ver mi corazón pegará un brinco y mis sentimientos se mezclarán de nuevo entre ellos, dejándome como al principio: aturdida.

COMO UNA SIRENA

Sacudo el agua con fuerza. Con tanta fuerza que a cada patada mis pies se rodean de pequeñas olas de espuma blanca. La impotencia y el mal día se han convertido en energía, que ahora mueve el mundo desde esta pequeña piscina.

Apoyo el cuello en el bordillo y me dejo mecer. Controlo los movimientos, para no dejarme caer en el agua, para no dejarme llevar. Sin esfuerzo, bajo el agua, dejarse mecer en el agua no cansa.

Y, como siempre, el agua se lleva hasta las cañerías más oscuras y profundas, donde nadie podrá encontrarlo jamás, todo lo que me ha cansado, me ha aburrido y ha conseguido sacarme de quicio.

Ahora, en la ducha, brillo. Brillo plateada y con escamas. Sacudo el agua del pelo y acaricio la cola de sirena. Recojo mis cosas y me voy dando saltitos... Al llegar a casa, las hojas de los árboles se dejaban caer contra el suelo de mi calle. Se nota que ya es la época. Se nota que han pasado la tarde viendo pasar a gente aburrida.

Por fin algo que tiene sentido.