ODIO

Te odié por conocerme mejor que yo. Me odié por no poder mentirte. Nos odié por encontrarnos.

Te odié por llenarme de tu olor. Me odié por emborracharte con el mío. Nos odié por sentirnos.

Te odié por contar la constelación de lunares de mi espalda. Me odié por sentir tu piel en la yema de mis dedos. Nos odié por equivocarnos.

Te odié por ser congruente. Me odié por amarte. Y nos odié por cobardes.

ROZANDO MI ALMA

Ya no compartimos hojas ni palabras, deseos y caminos. Ya no es nuestro el aire ni son nuestras las soledades. Ya eres ausencia.

Y sin embargo, sigues rozando mi alma y robando mis sueños. Sigues entrando en mi piel y bebiendo mi interior. Aún tiemblo cuando tu sombra se posa sobre la mía y siento que me acaricias, mientras me escondo bajo la almohada para no llorarte con mi memoria.

Y sueño que en silencio me susurras que aún no es tarde, que aún estamos a tiempo para hacer de este otoño el nuestro.

Y es que, a pesar de todo, sigues rozando mi alma.

DE COLACAO Y COCACOLA

A veces la vida es tan sencilla como caminar. Vamos recorriendo nuestro camino pisando más o menos fuerte, dejando huella o pasando de puntillas. Me gustaría tener muchas botellas de cristal llenas de grandes momentos, esos que hacen que tu vida se parezca a un anuncio de Coca-Cola. Me gustan las cosas sencillas, las soluciones brillantes, las buenas ideas, tachar una nueva línea de mi lista de problemas.

Estoy volviendo a una vida que me gusta y sé las coordenadas de la gente que está conmigo. Me dan miedo los cambios, que llegue un día en que ya no tenga nada que guardar en mis botellas de cristal. He vuelto y hay cosas que ya no son igual, sé que algunas tardaré mucho en acostumbrarme a saber uq ella no están, pero me doy cuenta de que no me van a faltar momentos que embotellar.

Hay veces que si remueves mucho la leche con el colacao, puedes ver el fondo del vaso. Pero tienes que remover con mucha fuerza, crear un gran caos, poner tu vida patas arriba y que ya nada sea lo que debería ser. Y allí, en el fondo, acurrucada en un rincón, me gusta quedarme.

Sé que estoy en medio de algo que se mueve muy deprisa, pero a veces me gustaría controlarlo todo. Hacer que todo se pare, atarlo muy muy fuerte, da igual que sea mi vida o mi colacao.

Estoy en relativa calma, no hace viento ni para mover un poco el pelo, pero sé que si me muevo mi equilibrio se romperá. Vaya hacia donde vaya, algo va a cambiar, así que me quedo un día más en mi rinconcito y cierro los ojos muy fuerte para no ver que me estoy quedando sin espacio.

Un día la calma se fue y empezó a llegar una ligera brisa. Decidí que tenía que huir, yo no quería viento, no sabía qué podía arrastrar aquello y me fui. Hice las maletas y desaparecí. Que pase lo que pase, pero mejor que pase cuando no esté yo.

Fui cobarde y el miedo me ganó la partida. Me jugué el futuro y perdí. No opuse resistencia, ni siquiera propuse una revancha. Estoy perdida. Ya no hay rincón de tranquilidad en el fondo del vaso de colacao.