NOS VAMOS, CORAZÓN

La semana pasada vi amanecer sobre el Atlántico. Y allí, a más de ocho mil metros de altura y abrumada por la inmensidad de semejante espectáculo decidí que era el momento, que ya me cansé de luchar contra fantasmas y de demostrar que soy la mejor. Ya me cansé. Ya no se llevan los héroes, ni se premia el honor. Ahora quiero descansar.

Quiero guardar mis pócimas, frenar mi lengua y abrir mis puños. Quiero perderme, y ya no me importa hacerlo en unos ojos o en mi propia soledad. No quiero pelear, porque no sé si me espera la gloria al otro lado del camino. Porque no he visto la tierra prometida, y hace ya tiempo que perdí la fe.

Un día la arena que piso guardó promesas de riqueza. Ahora sólo recoge las huellas del paraíso perdido. Y estoy harta de herirme y que me hieran. Se acabó el brebaje de invulnerabilidad. Me retiro de este juego. Ahora que aún estoy a tiempo.

Recoge tus cosas, nos vamos, corazón. Cíñete la máscara y la coraza, este mundo no está hecho para débiles y románticos. Y enjuágate ese llanto. Ya no quedan hombros donde llorar. Hiela tu mirada, así no brotarán más lágrimas, y quema lo que quede, así no lo tendrás que cargar.

EL DIA DE LA MARMOTA

Harta. Estoy harta.

Estoy tan cansada de repetir los mismos días con distinta ropa, que ni siquiera me he dado cuenta que los días son más largos y de el sol ha vuelto a salir después de casi un mes lloviendo y nevando continuamente. Tengo la sensación de que desde hace dos meses repito el día sin escaparme ni uno.

El año que viene le voy a pedir a los Reyes Magos que me dejen hacer una devolución: le doy todas las horas que me las pasé esperando, que no sirvieron de nada, que me aburrí y hasta las de anoche, saliendo del trabajo a las diez.