SOÑANDO DESPIERTA

Hoy he vuelto a pensar en ti bajo la ducha.

Hoy he vuelto a escribir tu nombre en la mampara...


CIEN

Cien veces me he caído
Cien veces me he vuelto a levantar
Cien veces he amado
Cien veces he llorado por amor.

Cien veces he reído hasta llorar
Cien veces he soñado que me amabas
Cien veces he vuelto a creer que todo es posible
Y cien veces he dejado parte de mi alma en este blog

Gracias a todos los que habéis leído alguna de mis cien pequeñas historias.

Cien besos.

HISTORIAS DE AMOR

Las historias de amor terminan. Pueden hacerlo bien o mal o puede que nunca hayan empezado, pero si quedan a medias es que no eran historias de amor. Las verdaderas historias de amor remueven el corazón de felicidad, de dolor, y, a veces, de ambas.

He vivido de las dos, de las que me hiceron levitar por su palabras, por sus gestos, e incluso por sus manías. Y las que hicieron que empapara la almohada de lágrimas noche tras noche, que rompiera sus fotos y maldijera su nombre para morirme de pena y notar cómo se aceleraba mi corazón con sólo pronunciarlo.

Estar ebria de amor es la sensación más fantástica por la que he pasado. Pero como no todo podían ser ventajas, la pena de amor trajo a mi vida el deseo de que la muerte fuese un derecho reconocido para la persona que sufre por él, porque el dolor era tan profundo que deseaba morir para no echarle tanto de menos, para no tener que luchar contra ese sentimiento ingobernable en su ausencia.

El amor es algo tan contradictorio como cierto, tan intangible como real, tan lleno de magia y locura, que la cordura parece perderse en lágrimas o en risas de verdadera felicidad cuando irrumpe con su espíritu insolente en nuestras vidas.

Y, a pesar de todo el dolor que genera la pérdida, las personas seguimos intentando una y otra vez mantener una relación, encontrar a aquella persona que encaje perfectamente con nosotros. Porque sólo hay una cosa peor que perder el amor: no encontrarlo.