DOLOR

Mi dolor. Mi dolor puedo arrinconarlo, dibujarlo, anestesiarlo, emborracharlo, sentirlo, ignorarlo, escribirlo, machacarlo, padecerlo, soportarlo, sufrirlo, acuchillarlo.

Pero tu dolor, ay amor, tu dolor. Tu dolor tan sólo puedo sufrirlo, nada de arrinconarlo o ignorarlo, ni anestesiarlo o escribirlo, sólo sufrirlo, amor, sólo sufrirlo.

PARAGUAS

El paraguas se ha convertido en un apéndice más de nuestro cuerpo. Como todo, los hay quienes lo tienen más grande y quienes lo tienen más pequeño. Gracias a Dios, aquí el tamaño no importa, si no, nos veríamos portando la sombrilla con tal de aparentar.

Un paraguas en estos días tiene una vida muy intensa. Lo dejas en el coche o te lo llevas; lo depositas en la entrada de una tienda y cuando vas a cogerlo ya no está, vas corriendo y compras otro, te acompaña al trabajo y decide quedarse a hacer horas extras, lo que no sabe es que no está en nómina y no se las van a pagar.

Desaparece sin dejar rastro; es imprevisible: lo mismo decide colarse en el centro de una reunión que quedarse en una esquina esperándote. ¿Quién no se ha tomado una cerveza en un bar alrededor de un paraguas?

Ataca a personas que no conoces, utilizándote a ti como motor para poder acertar en la cabeza del elegido, se enamora y queda enganchado con otro de su especie, tú tiras, pero él se resiste. Si al dar la vuelta a la esquina no le gusta la calle que has elegido, alza sus varillas hacia el cielo como si hubiese visto al mismísimo diablo.

Lástima que haya años en los que apenas salen a pasear, porque empiezo a plantearme lo apasionante que podría ser reencarnarme en uno de ellos.

ABRAZOS

Hoy el día no ha empezado bien. No encuentro el motivo de que sea un día gris, hoy que precisamente ha salido un ratito el sol. Echo de menos cosas, pero tampoco tengo muy claro el qué. Echo de menos cosas que me faltan y echo de más las que ya tengo. Deseo otras que no puedo siquiera llegar a soñar con ellas.

Echo de menos personas que he apartado de mi lado y echo de más a las que están a mi alrededor. Ni escribiendo me siento mejor.

Son estos momentos en los que nada importa cuando de verdad se crea la personalidad.

Hoy no tengo nadie que me dé un abrazo, quizás mañana ya no lo pida. Y tal vez nunca más lo necesite.