EN EL QUICIO DE LA PUERTA

Apoyada en el quicio de la puerta veo caer la lluvia y dejo pasar las horas. Todos los sueños corren hacia delante y los recuerdos se giran hacia atrás, mostrando una vida que se ha tejido en multitud de caminos entrecruzados y algunos han llevado hasta éste que parece más sencillo de andar.

La nubes no dejan ver el cielo, pero imagino que por allá arriba desfilan las estrellas y la luna crece despacio.

Recuerdo el ayer. El aire tibio en mi cara, el regalo de tus besos. Y cae otra noche, sabiéndote lejos.



DEMASIADAS TECLAS

Demasiadas teclas tiene mi teclado y pocas ganas de contar. Sé que es muy fácil, sólo debo unir una letra tras otra hasta que la cosa comience a tener sentido. Pero hoy me es difícil unirlas y ellas se resisten en su obstinación a cobrar significado.

Y si sólo fueran las teclas de mi ordenador, me conformaría con el viejo boli y la libreta de toda la vida, pero todo a mi alrededor se ha vaciado de contenido. No hay sustancia ni sabor en mi entorno. Los días pasan porque aún no hemos encontrado la forma de hacerlos parar. Nos movemos por simple y pura inercia. Llegamos a la noche rendidos por otro día demoledor que hace mella en nuestro ser.

Uno letras y formo agrios lamentos. Uno los labios y sólo salen suspiros de desazón. Uno días y sólo tengo desesperanza. Uno los caminos y lo único que logro es perderme más aún.

Y sé que sólo son malos tiempos, y que nada es eterno y que los buenos tiempos volverán. Me lo repito, me lo repites, me lo repiten y a veces creo que acabaré creyéndomelo. Pero cuando abro los ojos y respiro el aire denso que me rodea sé que eso no apacigua mi malestar. No quiero palmaditas en la espalda, no quiero palabras de consuelo, no quiero tu hombro para llorar, sólo quiero recuperar la ilusión de vivir.

La ilusión de un nuevo día, la ilusión de haber estado allí, la ilusión de compartir, la ilusión de volverme a levantar tras haber vuelto a caer, la ilusión de existir y de que existes.

TRUCOS

No sé cuándo se madura. No sé cuáles son las claves para madurar, pero empiezo a imaginarlas. Es cuando uno tiene trucos lo suficientemente útiles para convertir lo que no es en algo que merece la pena. Hay trucos para ir a trabajar, y es no pensar. Hay trucos para enamorarse (otra vez y a pesar de) y es olvidar. Hay trucos para salir a la calle y otros para adelgazar.

Hay trucos para ver lo malo en los demás y otros para borrarlo como tippex. Hay otros que sirven para que no se te olviden las cosas (tatuados en el móvil, en un post-it o en la agenda). Hay trucos para parecer más alta, hay trucos para mentir y hasta para mentir y que parezca creíble.

Yo tengo trucos para poner azúcar lo que no tiene gracia, aunque a veces el truco es simplemente saborear lo que está amargo. Y me gusta. Tengo trucos para mirar charcos viendo océanos y sin haber leído poesía encontrársela a las nubes que llenan el centro o en el asfalto que llega a la puerta de mi casa. Y ya, me sale solo.

Tengo trucos que son sólo palabras. Y relucen y brillan. Hay trucos para seguir viviendo. Lo mejor es que a veces en que no necesitas los trucos: cierras los ojos, piensas que no es tan malo, los vuelves a abrir y sólo eso ya funciona. Lo mejor es que siempre hay tiempo para olvidar recordando lo que pasó.

Lo bueno sería encontrar un truco para perdonar. Para pensar en mañana y que todo fuera tan fácil como salir a la calle, dejarse mojar por la lluvia y creer que esto puede ser mejor.

RAYOS DE SOL

Ahora que se acerca el invierno y cada vez anochece más pronto, me gustaría poder embotellar un rayo de sol. Guardarlo para mí, para cuando las noches sean largas y frías. Un rayo de sol al que pueda recurrir cuando a mi alrededor sólo haya frío y oscuridad.

Basta que algo no pueda guardarse, para que una sienta ganas de retenerlo. Igual que no se sabe hasta cuándo te acompañará el eco de su voz, ni cuando se te vetará el murmullo de su risa, ni cuando apagará su brillo para ti.

Es como intentar cazar una estrella, sabes que no es posible, pero... ¿cómo resistirse a intentarlo?

¿BAILAS?

Hoy es un día perfecto para apagar el móvil, arrancar el cable del teléfono, desconectar el timbre de la puerta y encerrarse a bailar tango.

El tango es un compromiso sexual. Es la fusión de dos cuerpos. Es la confirmación de que quien manda es la mujer dejando que el hombre crea que es él quien domina y quedando los dos conformes.

Los que bailan tango están solos. El tiempo se detiene para ellos. El mundo se desdibuja. Juegan a desearse, a esperarse, a acariciarse, a tocarse, a desconfiar, a someterse, a escaparse, a rebelarse, a prometerse, a ilusionarse. Los cuerpos se pegan a la altura del pecho, acoplando los corazones y dejando el latir para las piernas.

Los bailarines de tango, mientras bailan, se aman y se odian. Se acechan. Sienten celos de la música que acaricia, seduce, envuelve y penetra en el cuerpo del otro.

El tango es una encerrona, una trampa sensual en la que ambos gozan y aprovechan. Tango es vida y muerte, es pasión, es melancolía, es erotismo...

¿Bailas conmigo?



DE TELÉFONOS MÓVILES Y SMS

El teléfono es un bien precioso para comunicarse con aquellos que están lejos. Y con lejos no me refiero a cientos de kilómetros, a veces basta con que están tres calles más allá de donde tú estás.

El teléfono móvil es ese artilugio que las madres dan a sus hijos cuando éstos se van de campamento para que llamen por si necesitan algo, para que los niños (y no tan niños) llamemos a nuestros padres para decirles que aunque el viaje ha sido muy largo y había muchísimo atasco, estamos en casa sanos y salvos, para llamar a la grúa cuando el coche nos traiciona y nos deja tirados en cualquier arcén de cualquier carretera.

Aparte de todo eso, para mí el teléfono es un instrumento de trabajo. Supongo que quien en su trabajo no esté continuamente atendiendo llamadas de clientes, no será capaz de entender que para mí, irme de vacaciones, a la playa, a la piscina, leer un libro apalancada en el sofá o sentarme en el césped a ver pasar el tiempo implica, necesariamente, olvidarme del teléfono móvil.

Pero, de vacaciones o no, aparcando el teléfono móvil en un rincón del bolso o pegado a ti en el bolsillo de los vaqueros, no hay nada mejor que una llamada a las doce de la noche sólo para decirte que les encanta que seas su amiga y que te quieren, o cuando al despertarte descubres que lo que te despertó a las tres de la mañana era el “bip” de un beso y un escueto “te echo de menos” en forma de SMS.