SIN RENCOR

He limado mis uñas y he metido las manos en los bolsillos. En ellos he arrugado también mi dolor. Hoy no quiero reproches, los dos sabemos que son una pérdida de tiempo que sólo servirían para que nos enfadáramos.

No quiero hacerte daño, no quiero arañar tu piel. Hoy sólo quiero ser la mujer dulce que conociste un día, la que te hacía reír y vibrar y pensaba que la vida era mejor que lo que había vivido hasta ahora.

Tu mirada ya no se refleja en la mía, tu voz no resuena en mis oídos, tus labios ya no acarician mi piel. No tengo letras tuyas que me alimenten día a día. Mi vida sin ti sigue adelante, la tuya lo hará de igual manera, aunque te sueñe cada noche, aunque lo desee cada día, sólo quedan rescoldos de lo que un día fue fuego. He intentado mantenerlo encendido, pero se está apagando, apenas quedan brasas.

La despedida, un par de besos y, a pocos metros, volver mi cara y lanzar un beso al aire, para ti. Mi último beso, mi última sonrisa, mi último hasta pronto... que hoy es mi último adiós.

Sin dolor, sin amargura, sin reproches, sin arañazos, sin marcas, sin lágrimas, sin duelo, sin rencor, sin luto, sin ti...

Adiós, mi amor.

DEJATE LLEVAR

Me rodeas con un brazo. Abres la mano sobre la espalda y me ordenas: "dejate llevar". Me relajo, cedo a la disciplina silenciosa que impone tu cuerpo.

Empiezas a moverte. A moverte conmigo. Te sigo. Te respondo. Te dejo hacer. Me rozas, me obligas, me haces girar, me llevas más rápido y luego lento, muy lento. Obedezco. Tengo la boca muy cerca de tu cuello. Siento un perfume que no es un perfume. Es tu olor.

Es tu calor. Es tu mano en la mía. Es tu cuerpo pegado al mío.

Es tango.



NO NECESARIAMENTE

No tiene que ser ahora. No tiene que ser urgente, pero te aviso de que un deseo loco empieza a poseerme.

Hoy quiero abrazarte, perderme en tu sonrisa. Hazme llegar al cielo en un latido eterno. Lento, lento, lento. Quiero que tú me ames como si fuera única. Quiero que me acorrales en el rincón más íntimo y, enredada en tu cuerpo, robarte el aliento.

Puede ser hoy, pero no necesariamente.

MATEMÁTICAS VS FILOSOFÍA

Más allá del entorno que nos ha tocado en suerte vivir, las personas nos solemos distribuir bajo la órbita de dos grupos: el de la gente práctica y el de la gente compleja.

Los prácticos parecen abrazados a ese principio de la geometría que dice que la distancia menor entre dos puntos es una recta. Así, sus procedimientos son en general sencillos, definidos y contundentes: no suelen hacerse demasiadas preguntas y la filosofía les aburre o les parece inútil.

No conciben, por ejemplo, la idea de estar triste sin motivo: si uno les cuenta que está mal, la pregunta de rigor es "¿Qué ha pasado?". Si la respuesta es que nada, aunque tengamos conductas francamente suicidas, ellos desestiman el problema. Las cosas funcionan así en su cabeza, si no te pasa nada, no tienes por qué estar mal. Si, en cambio, contestamos que nos peleamos con nuestro novio, zanjan la conversación con un "si no te hace feliz, déjale".

Si bien son buenos compañeros de viaje por su impecable organización, las charlas de bar con ellos pueden ser aburridísimas, sencillamente se limitan a contar qué han hecho o qué van a hacer, y la idea de inventar una teoría sobre el color verde del césped o adivinar el nombre de la gente, les parece delirante o loca.

Debo confesar que en algún momento he admirado a este grupo. Quise ser así de práctica, así de clara, así de simple. Quise su aparente paz interior o su adolescencia sin turbulencias, una relación de pareja sana, cuidar sobrinos y divertirme con ellos. Y quise llegar a las conclusiones a las que yo llegaba pero en el mismo tiempo en que llegaban ellos.

Después están los otros. Los complejos. Los que desdibujan ese trayecto entre dos puntos dejando de lado la geometría. Aquí entran: los que tienen un blog, los que se cuestionan cosas del calibre de "¿Por qué he venido al mundo?", los que sufren de más, reiteradamente o sin causa aparente, los que leen lo que les gusta o les interesa, aunque no sirva para nada, los que pueden pasarse horas inventándose teorías de borrachos que no llevan a ningún sitio...

Y a mí, hoy por hoy, estos últimos me parecen más interesantes. Me seducen, me conmueven, me resultan enriquecedores. Me gustan porque son más divertidos, más emocionantes, porque tienen la cuota de conflicto necesaria. O porque, en realidad, son los dueños de la verdad absoluta, porque como dice la teoría de la relatividad con su idea del espacio-tiempo curvo, la mínima distancia entre dos puntos deja de ser ya una recta.

Y allí, entre esos dos puntos de inflexión, estoy convencida de que se esconden todos los secretos del universo.