COSAS PENDIENTES

Hay cosas que una siempre dice que hará en la vida cuando pensamos que la vida es tan larga como para poder llenarla de cosas, y no es que la vida no sea larga o que no esté bien llenarla de cosas (algo así como tu propio baúl de recuerdos), el problema es que no sólo pensamos que la vida es larga, sino que precisamente por ser tan larga tendremos mucho tiempo para hacer todas esas cosas que queremos hacer.

Pero... ¿es así? ¿Cuántas cosas nos damos cuenta de que podíamos haber hecho y no hicimos? Porque algunas cosas se pueden hacer en cualquier momento, pero hay otras que tienen un tiempo y un lugar y ya sólo podemos verlas no sólo como cosas incumplidas, sino también irrealizables.

Esta mañana no tenía ganas de trabajar, me he puesto a mirar por la ventana y a pensar en las cosas que me faltan por hacer, y me he dado cuenta de que son muchas. Algunas más urgentes que otras, algunas más sencillas, otras más complicadas, más difíciles. Pero también me di cuenta de que hay algunas que ya puedo tachar de la lista porque ya no forman parte de mí.

Me refiero a que con el tiempo una va cambiando y cosas que antes parecían importantes y dignas de ser tomadas en cuenta, con el tiempo pierden todo el sentido. Así es que hoy, además de pensar en todas esas cosas, intenté reformular mi lista de cosas pendientes. Eliminé las que no tenían importancia ahora y fui añadiendo algunas que había omitido en algún momento y pensé que, aunque la vida es larga, es mejor tenerlas presentes, para poder hacer las cosas con tiempo...

VIOLETA

Se habían conocido cuatro horas antes y apenas habían intercambiado más de una docena de frases que no fuesen las estrictamente necesarias y referidas al trabajo, hasta que él, mirándola a los ojos y le dijo:

- Si tuviera que describirte con un color, sería el violeta.

Lo dijo así, sin más. Y ella no supo si preguntarle en ese mismo momento para saciar su curiosidad, o si dejar pasar unos segundos hasta recibir una explicación cuando él quisiera darla. Al final, decidió quedarse en silencio, si él quería darle una explicación, ya se la daría cuando lo estimase oportuno.

No tuvo que esperar demasiado hasta que él se puso de nuevo a hablar.

Entonces le dijo que para definirla, debería buscar algo que tuviese necesariamente dos partes, una referida a la calidez, la dulzura, la energía, el amor, la pasión que ella emanaba por los ojos y por la piel, a simple vista; y otra que tuviera relación con un deje de tristeza, una pena, algún dolor que sin duda estaba presente en su alma.

Por eso había elegido el violeta. Una parte de rojo, de calidez, energía, amor, y una parte de azul, de tristeza, de dolor.

Violeta. Ése era su color.

LLENA

Hoy me he parado a pensar cómo surgió la idea de hacer este blog... Creé este lugar para esconderme de mi misma, para elegir un personaje donde pudiera ser más libre y ponerme la careta que me quedase mejor.

Iba a comenzar a inventarme un mundo. Un mundo de amigos, un mundo de magia, un mundo de locuras e incoherencias. En fin, un mundo perfecto en el que me sintiera feliz. Y éste iba a ser mi refugio, mi terapia, mi lugar de libre expresión. Un lugar donde la única ley que rige es la de vivir sin leyes, un lugar anárquico, de amor, de protesta, de dolor, de méritos, de frustraciones, de alegrías, de decir lo que se piensa y jamás cerrar la boca, de pasiones, de sentimientos...

Éste iba a ser mi mundo, mi sueño, mi guarida... donde todo sería más fácil, más noble y más sincero. Donde poder compartir una parte de mí. Tal vez la parte más sensible, la más tonta, la más dócil, la más creativa, la más romántica, la más loca, la más soñadora.

Y, las vueltas que da la vida, al final, ha pasado todo lo contrario; porque es aquí donde me he desnudado por completo y hasta me animaría a decir que, dentro de palabras sueltas y moviéndome entre frases grandilocuentes, soy más yo que en ningún otro sitio, aquí me he sentido llena.

Poco a poco esto ha dejado de ser un refugio para convertirse en un hogar. Los comentarios ya no son de desconocidos sin nombre, detrás de cada uno hay una persona a la que pongo rostro, voz y una historia. Y es esa historia que llevamos a cuestas la que a veces nos obliga a dejarlo.

Para los que el blog es una terapia, y la terminan cuando se curan, para aquellos para los que el blog dejó de ser divertido y pasó a ser una obligación y lo dejaron, para los que un día deciden que quieren una vida diferente y echan el candado, para aquellos a los que han desahuciado, para los que deciden cerrar… Hoy mi post va por todos ellos.

Hoy va por ti, Belén.

AHÍ EMPEZÓ TODO

Eran poco más de las doce de la mañana. Envuelta en mis pensamientos no me di cuenta de la hora y de que habíamos dicho que a eso de las once haríamos un descanso. Te vi pasar por la ventana, miraste por ella buscándome y cuando me viste me guiñaste un ojo.

Recogí todos los papeles que tenía desparramados encima de la mesa y salí a toda prisa a encontrarme contigo. Al mirarme me sonreíste. Al volverte a ver, sonreí yo.

Fuimos juntos hasta el ascensor y nos metimos en el primer bar que encontramos. Una cocacola rápida, lo justo para despejarnos un poco, pero no tanto como para perder la concentración. En ese cuarto de hora, hablamos de todo y de nada, de mi vida en Madrid, de tu trabajo, del tiempo, de tu perro...

De vuelta al trabajo no volvimos a hablar hasta que llegamos al ascensor. Entonces me miraste y me dijiste que el único color capaz de definirme sería el violeta. Me lo decías mirándome a los ojos y mientras lo hacías, mi corazón se aceleraba.

No pudimos hablar el resto del día. Nos cruzamos de nuevo al salir por la tarde, de nuevo en el ascensor y al llegar abajo, nos pusimos a andar sin rumbo. Paseamos y hablamos de mil cosas. Estuvimos uno al lado del otro, nos miramos, nos reímos... y allí, sentados en aquel banco me miraste y me besaste.

El mundo se detuvo. En ese instante éramos sólo tú y yo. Ahí empezó todo...

Y tú, ¿te acuerdas de cómo fue tu primer beso?

EL DIA DE LOS REGALOS

Ahora que sólo pensamos en qué nos traerán los Reyes y qué les llevaremos a los que nos han escrito cartas, empiezo a pensar en los regalos que me dejó el 2008. Los que vinieron en abril, cuando hacía tan buen tiempo y me regalaron aquella tarde de sol anaranjado acariciando el césped en el Jardín Botánico.

Hubo regalos que costaron más dinero: invitaciones a cenas con cubertería de plata, lámparas de cristal de Bohemia y anillos de brillantes una noche de estrellas quietas.

Regalos especiales, un libro cuando estaba mala, un libro para que no se me hiciera tan larga la convalecencia.

Los mejores: los paseos por una playa de arena blanca y agua azul turquesa, una canción por email, las sonrisas y los besos, la casa rural de Sos del Rey Católico. Los amigos nuevos que vinieron entre risas y sudor de gimnasio, la vista de Roma desde el Coliseo.

Una playa desde la ventana de casa de mis padres. Un bolso de marca. Un servilletero con cascabeles. Una libreta y un boli para escribir mis ideas cuando empecé a escribir un libro. El blog y los comentarios. El último: unas zapatillas para ser la más rápida y llegar hasta lo más alto.

A mi también me gustó hacer regalos: unos cómics cuando estabas malo, unas entradas para el cine con palomitas, muffins de chocolate para Claudio, un mapa para Jay, una mochila para Pedro, un bizcocho para Belén, un cuadro para Javi, una bola 8 para Eva, una camisa para Carmen, un llavero para Sharon, un imán para Wen, unas clases de buceo para David, unos billetes para Alberto, una serie para Edu, una comida para Ara, una chaqueta para mi hermano…

Y sí, se me olvidan, de los que yo he hecho y de los que he recibido, pero no porque no me gustaran, sino porque han sido tantos regalos y, porque aunque me hicieron mucha ilusión, lo realmente importante es que sigáis a mi lado.

Gracias a todos por estar ahí un año más.