CUMPLEAÑOS

Hoy me levanto con un año más de alegrías y penas a mis espaldas.

A lo largo del día mi móvil irá recibiendo mensajes, algunos deseados, otros me sorprenderán cuando vea quién los envía y quizás hasta los reciba de gente a la que no sé realmente si tengo que agradecerles que se acuerden.

También vendrán llamadas de teléfono. Me preguntarán si hay algún plan especial y les diré que no tengo nada nuevo planeado, que, como todos los años, tendré la comida de verano de la oficina y que cuando lleguen las cinco de la tarde tendré tanto alcohol en el cuerpo que me costará intentar parecer sobria cuando descuelgue el teléfono. Como si lo estuviera viendo.

Y en algún momento del día me diré: “Es mi cumpleaños. Tengo un año más.” Una se siente más vieja de repente, pero sólo es un día como otro cualquiera en el que me podré plantear tranquilamente si va bien la cosa, si avanzo, si este periodo de 365 días ha sido positivo, si he aprendido algo realmente trascendente... y quizás piense que debería hacerme algún buen propósito para el año que empiezo.

Entonces, por un momento, tendré una crisis existencial, por llamarlo de alguna manera, cuando sienta que no estoy haciendo nada de provecho con mi vida, que simplemente dejo que el tiempo se deslice.

Y me dará por pensar en las muchas cosas que me gustaría hacer en la vida como por ejemplo: viajar, ver muchos sitios del mundo, vivir en otros países, aprender idiomas, conocer otras personas, otras culturas, tener muchas experiencias, vivir en la naturaleza, practicar todo tipo de deportes, tener una familia, escribir libros, hacer películas, ser astronauta, aprender a tocar varios instrumentos musicales, componer música, hacer arte, pintar, y muchas cosas más…

Pero, a estas alturas de la vida, estaría ciega si no me diera cuenta de que no me va a dar tiempo a hacer todo aquello que me gustaría. Por eso, después de mucho tiempo pensando en algún buen propósito, para este año sólo me hago uno: quiero que el aire que entra en mi cuerpo tenga la certeza de que no se quedará para que cuando sienta que me asfixie pueda reemplazarlo con otro que tenga mejores intenciones, es decir, todo lo que haga o deje de hacer será porque yo lo decida...

Y sí, supongo que a estas alturas estarás pensando que hacer un post sólo para decir que es mi cumpleaños y que en el año que empieza sólo pienso hacer lo que me dé la gana carece de línea editorial, pero ¡qué demonios! Al fin y al cabo, una sólo cumple una vez al año.

ATRAPADA

Todavía tengo escalofríos al acordarme de ese beso tuyo. Ése en el que la oscuridad nos escondía. Ése en la intimidad de tres. Cuando no sabía si tus labios tocaban los míos de casualidad o con intención. Cuando yo no sabía besarte, y temblaba de miedo. De miedo a todo. Y de felicidad fugaz, imposible e infinita. De esa que en ese mismo momento sabía que ya jamás volvería a rozar... y que desapareció cuando dejé de tocarte aquel fin de semana de sueño y sorpresa.

Ahora que he perdido tantos momentos que pasé contigo, tantos abrazos que traspasan, tantas sonrisas a tiempo, tantas miradas. Ahora que ya no los tengo... sólo recuerdo tu respiración, tu olor, tu calor, tu aliento, tu beso y el tacto de tus manos. Tu voz.

El reloj de arena cayó deprisa. Cayó el último grano, de golpe... y dolió, mientras tú te dabas la vuelta. Yo... me había caído en tus ojos, con esa oscuridad... y tú... tú te acababas de escapar para siempre de los míos.

Aún sigo ahí atrapada. En esos ojos que ya no puedo mirar y en los que ya no me puedo ver. En tus caricias. Y aún no quiero salir. Un recuerdo dura siempre. Y, en ese escalofrío, yo siempre sentiré lo mismo.

TENGO UN ÁNGEL

Sí, sí, como suena, tengo un ángel. A lo mejor hay quien no tiene un ángel como yo... es posible, pero yo me siento especial teniéndolo, porque sé que es único y creo que yo soy única para él.

Para los que no tengan un ángel, les aviso que no es fácil conseguir uno, porque uno no lo elije, ni lo encarga, ni lo compra, ni se vende. Es un regalo y quizás haya veces en las que sientas que ni siquiera te lo mereces. Y es por eso que no importa cuánto tengas ni cómo lo utilizas, porque los ángeles te eligen y permanecen a tu lado toda la vida.

Pero tu ángel no sabe que es tu ángel, simplemente lo es. Es quien viene a abrazarte a casa muerto de preocupación porque tu teléfono está apagado y lleva horas llamándote, quien es capaz de saber que estás mal aunque no haya hablado contigo y esté a cientos de kilómetros de ti, quien te apaga la luz cuando te quedas dormida encima del libro y te tapa para que no te enfríes, te manda SMS diciendo que ha visto algo que le ha recordado a ti y hasta te riega las plantas cuando estás de vacaciones...

A veces me pregunto si yo seré el ángel de alguien...

¿Y tú? ¿Tienes o eres un ángel?

MEME

Con un poco de retraso, respondo al meme que me mandó Dintel:

"Se quedaron de pie en ese rincón de oscuridad y quietud, mientras los ecos y gritos de la batalla llegaban desde el tubo elevador."

Pertenece al libro "Danza de Espejos" (Lois McMaster Bujold), el sexto (de siete) de la saga centrada en Miles Vorkosigan un héroe y antihéroe al mismo tiempo.

COSAS QUE HUBIERA QUERIDO SABER

Después de leer un post de Irre, me paré a pensar la cantidad de cosas que se aprenden con los años, y todas esas que habría agradecido que alguien me hubiera dicho, aunque sé que, por desgracia, hay cosas que sólo se aprenden en carne propia.

Inauguro hoy una nueva categoría: "cosas que hubiera querido que alguien me dijera".

1. El primer amor podía ser para siempre, pero la relación no.
2. Esa gente para la que yo no era lo suficientemente buena, estaban tan perdidos como yo.
3. La mayoría de los intentos por hacer sentir mal a alguien suelen terminar con uno sintiéndose peor.
4. Hay peleas que valen la pena y otras que no.
5. Tratar de impresionar a otros es inútil y a menudo ridículo.

Es sólo una pequeña lista que iré aumentando. Por supuesto, se aceptan (¡y se agradecen!) sugerencias para nuevos posts.

SOL Y LIBROS

Hoy es uno de esos domingos en los que tienes posibilidades de hacer de todo y decides no hacer nada. De esos en los que las sábanas no te quieren dentro de la cama, pero el aire del otro lado de la puerta está muy caliente para la piel del cuerpo.

Entonces, después de un delicioso rato de lectura al sol, me quedo aquí, frente al teclado. El teléfono no puede sonar porque está desconectado y, aunque sonara, no lo contestaría, porque no estoy para negativas. No, no quiero salir de cañas. No, no quiero ir al cine. No, el mundo no se va a acabar hoy. Hoy estoy de tan buen humor que me sería imposible ser negativa.

Es domingo. Un domingo en el que no siento la necesidad de hacer algo para olvidar otra cosa. Sólo es un día con un nombre simpático. Y me da risa, como me dan risa la mayoría de las cosas que me pasan todos los días: como que el portero me quiera dar conversación y yo salga corriendo para intentar que no me cace. O mis becarios, que me llaman para que los rescate de sus broncas y luego me invitan a que me una a sus juergas, o mi jefe, que hace bailes de la victoria conmigo cuando algo sale bien.

Otro domingo más de sol en la piel y libros en el sillón.