LA TRISTEZA Y LA LLUVIA



Cielo nublado. Probabilidad de lluvias y tormentas. Vientos moderados en la mitad norte". Eso decía el pronóstico del tiempo para hoy.

Veo venir las nubes desde la ventana de mi despacho. Las nubes se acercan mirándome fijamente, me sonríen. Y, como siempre, la tristeza aparece cuando el cielo se pone gris plomizo.

Ésta es sólo mía, de nadie más, y las dos lo sabemos, nos conocemos demasiado. Sé que llega, se instala y me acompaña todo el tiempo y, aunque quiera ignorarla, no puedo. Me abraza fuerte, me inunda el alma y ahí es donde se hace fuerte y toma el control. Es una de las pocas cosas, no, es la única, que llega y se va cuando ella quiere y no cuando yo decido.

Es raro, pero no me disgusta que me penetre y no me desagrada ni me fastidia que me gobierne entera. Pero me desgasta. Me chupa la energía, me consume la voluntad. Creo que se alimenta de eso.

Y si llueve... no podéis imaginar lo que hace conmigo cuando llueve. No sabéis lo que queda de mí. Ya va llegando. Ahí viene.

Hoy siento que no puedo pelear contra esta tristeza que amenaza con quedarse a vivir dentro de mí para siempre.

Que no llueva mucho, por favor. Que no llueva...

VOLVER

El otro día dejé el blog. Sí, no te has enterado, pero lo dejé. Me prometí ni un post más, me prometí escapar de mí, de mis historias repetidas. Salir de aquí y empezar en otro sitio.

Escapar. Bueno, más bien desaparecer de esa forma que tanto me atrae. Sin que nadie se dé cuenta, sin dejar marca.

Como hoy, en el supermercado, dos dependientas. Una le dice a la otra que acaba de caer en la cuenta de que hace semanas que no está el vendedor de cupones en la esquina. La otra, resuelta, contesta "¿Se ha muerto?", "No sé, pero no está", dice la otra. Y siguen a su tarea.

Yo me prometí irme así, pero no puedo. Hay cosas que me atan demasiado, mucho más de lo que quiero reconocer. No puedo dejar de escribir.

Hoy lo explicaba para entenderme: necesito escribir para entender la vida. Para aceptarla tal cual es y encontrarle su encanto. Al menos, aunque el resto no me guste, aunque el resto no funcione, aunque un día el resto fuera un fracaso, tendría la suerte de contarme historias y jugar a las palabras encadenadas.

Así que me vuelvo a pegar aquí. Vuelvo a venir con el corazón en un puño, en tu puño. Es tuyo. Es tan tuyo como mías son las letras.

MADRUGANDO

Ocho menos diez de la mañana. Cuerpo quieto, concentrado en abrir los ojos. Mente intentando averiguar a qué cuerpo pertenece.

Ruidos en la calle. Canción facilona silbada. ¿Funcionarios?. Imposible, no tienen fuerza a media mañana, ¡la van a tener a las 8, antes de desayunar!

Conversación... con un tono de voz que dudo si están en el salón de su casa o arreando cabras.

¿Quién tiene tanta energía tan temprano? ¡Dios¡ ¡No! ¡Albañiles!

Ya puedo quitarle las pilas al despertador que en una semana no llego tarde.