CANSANCIO

Ana escucha con atención. Se esfuerza en vaciar su mente y dejar fuera el resto del mundo. Ahora nada más importa, tan sólo sus palabras. Pone tanto empeño que pareciera la última vez que fuera a oír su voz.

Cada una de sus palabras es un dardo envenenado. Pero ya no importa. De hecho, ya casi nada importa. Sabía cómo iba a terminar esa conversación incluso antes de empezarla, pero necesitaba oírlo de sus labios, aunque lo haya sabido desde siempre.

Ha peleado durante meses y su única recompensa ha sido la voz ronca de gritar y los ojos rojos de llorar, de rabia, miedo y de impotencia. En realidad, ese es su único motivo de orgullo, haber entregado hasta el último latido, con el temor pintado en el rostro y la esperanza muriendo en los ojos.

Quiere llorar, pero sólo siente un tremendo cansancio. Cuando por la noche se mete en la cama, se seca las lágrimas con la funda de la almohada. Le queda un regusto amargo en la boca: el sabor de la soledad. Hasta ahora pensaba que tenía algo que ver con el desamor y la frustración, pero acaba de darse cuenta de que lo lleva dentro, como un mal incurable.

3 comentarios:

belenmadrid dijo...

jooo pobrecita!! no puede ser que eso se lleve dentro, seguro que está provocado por algo de fuera, seguro que tiene solución.. (es que si no me da penita..)

jagovi dijo...

ME he puesto triste yo también...lo mejor que puede hacer es comprar un cuaderno nuevo y comenzar con ganas a escribir las páginas de su nueva vida. Borrón y cuenta nueva, un nuevo enfoque, un despertar de esta libertad de tenemos aunque no seamos conscientes, podemos ser lo que queramos y cómo queramos sólo hay que desearlo e intentarlo...

Saludos

Lucía dijo...

Geminis, hay veces que esas cosas, como la tristeza, te poseen, no se sabe muy bien por qué, pero las sientes dentro y no hay manera de quitárselas de encima. Supongo que será cuestión de tiempo que Ana se la sacuda de encima.

Jagovi, no te pongas triste. En el fondo ella necesitaba saberlo de sus labios. Puede que lo intuyera, pero ahora tiene esa certeza. A veces darse de narices contra la realidad no es tan malo, aunque duela.