SALVAVIDAS

En toda amistad hay un momento en el que se produce un punto de inflexión, cuando por primera vez vemos a esa persona romperse. Es un punto en el que cambia la forma en que vemos y queremos a esa persona, la vemos tal cual, con todas sus miserias.

Cuando ese amigo se quiebra en nuestros brazos cambian muchas cosas, es un momento de mierda en el que le vemos vencido con sus penas a flor de piel, totalmente vulnerable, y ahí estamos, intentando contenerlo, queriendo ser un pequeño salvavidas al que pueda aferrarse en ese mar de desilusiones, fracasos y traiciones.

Generalmente notamos cuando uno de estos momentos está por llegar, vemos cómo poco a poco va perdiendo fuerzas y la voluntad de continuar y a veces le damos la espalda antes de que él o ella caiga del todo, así evitamos tener que ser un salvavidas. No es que disfrutemos con su sufrimiento, ni mucho menos, sino que tal vez no tenemos un lazo afectivo suficientemente fuerte, o consideramos que nosotros no somos quienes debemos estar o, simplemente, nosotros también estamos intentando mantenernos a flote en un mar de dolor, consiguiendo a duras penas salir a la superficie cada vez que una nueva ola nos rompe encima y nos hunde; y si además tenemos que cargar con su peso, terminaremos hundiéndonos los dos, así que decidimos dejarlo a la deriva, que intente llegar a otro salvavidas con sus últimas brazadas.

Pero otras veces no le damos la espalda y ponemos nuestro hombro, intentamos que sufra lo menos posible y que se recupere pronto, nos esforzamos para ser un salvavidas fuerte, resistente, un salvavidas que sea capaz de mantenerlo a flote hasta que pueda volver a nadar, hasta que ese mar de angustia se transforme en un simple charco.

A veces este tipo de momentos llegan de golpe, otras llegan a nuestra puerta cubiertos de lágrimas y sorprendidos abrimos preguntando qué ha pasado y les escuchamos, intentamos aconsejar y nuevamente se abren las dos posibilidades, nuevamente podemos intentar ser su salvavidas, ser un pequeño refugio de esperanza al que pueda aferrarse con sus brazos cansados... o no, cerrar la puerta cuando salga y no buscarle, dejar que se marche y se lleve sus problemas.

Cuando es la primera vez que vemos a un amigo quebrarse tenemos que tomar esa decisión, no hay forma de esquivarla, ni mucho tiempo para pensar sobre ella. Es algo que sale de nosotros, de hecho, creo que ni siquiera la analizamos, simplemente hacemos lo que sentimos: o lo dejamos ahí, ahogándose, o nos tiramos de cabeza y nos empapamos junto a él.

Aquí es donde se produce el gran cambio en la amistad, o los lazos se fortalecen de una manera increible, o ambos nos damos cuenta que esa amistad nunca será algo grandioso. Varias veces he sido salvavidas y otras tantas he decidido no serlo.

Tengo un amigo al que nunca veo, el tiempo y el destino hicieron que nos alejáramos. En un momento sentí que él iba a necesitar un salvavidas y yo no fui uno, no me tiré de cabeza a su mar para ayudarlo.

Irónicamente, un día yo necesité un salvavidas. Fue un instante, pero necesitaba uno, el agua me había tapado y no podía mantenerme a flote solamente con mis brazos, y él lo fue. Él fue mucho más amigo de lo que yo había sido. La vida nos había separado y, cuando pude nadar de nuevo, nuestros caminos volvieron a separarse. Saber que yo no estuve y que él estuvo, es uno de los pesos que llevo. Saber que probablemente después de que él estuviera, necesitó un salvavidas y que tampoco estuve, es uno de esos pesos que cargaré sobre mis hombros hasta que mi corazón deje de latir.

Tal vez algún día tenga la posibilidad de ser su salvavidas, y tal vez, sólo tal vez, logre hacerlo bien. Y tal vez, si logro hacerlo bien, si logro mantenerle a flote, eso haga que mi peso sea más liviano, tal vez sí, tal vez no, no lo sé... No pido eso. No pido que mi carga sea más ligera, lo que pido, lo que deseo de todo corazón, es que sea feliz, que necesite muy poquitos salvavidas durante su vida y que en los momentos en los que se esté ahogando encuentre salvavidas que le mantengan a flote, amigos que sean lo que yo no pude ser.

4 comentarios:

Anonima dijo...

Bueno,a vecs decidimos no ser salvavidas cuando mas nos necesitan, por no poder o no sentirnos preparados( por este ultimo motivo,muxas veces no lo he sido yo), y a veces la persona que menos pensamos nos salva de ahogarnos.
Que no le hayas correspondido en ese intento no debes reproxartelo, aunk sea duro de pensar. Tendras muxas otras ocasiones de serlo,si no de esa persona,si de cualquier otra.
un saludo;)

wen- dijo...

Nunca sé qué decirte Luci.
Me encanta como escribes.

belenmadrid dijo...

Yo no creo que nadie reproche a nadie el no haber estado allí... o estás o no estás, muchas veces no depende de tí. Y tampoco creo que tenga que ver que seas más o menos amigo, o te sale de dentro, o no te sale tender la mano... A mí me ha pasado con desconocidos...

Lucía dijo...

Anónima, también es verdad que a veces somo ssalvavidas sin saberlo.

Wen, ¿te parece poco eso que has dicho? Pocas cosas me podrían hacer más ilusión.

Géminis, tienes razón, no depende del grado de amistad que tengamos con las personas, nos sale o no nos sale, pero eso no quita para que a veces no nos siente mal no haberle tendido la mano a alguien... o que alguien en especial no nos la haya tendido.

Besitos a las tres y muchas gracias por perder vuestro tiempo leyendo mis paranoias.