¿TE ACUERDAS?

Carlos mira la hora. La una y cuarto. Su secretaria hace horas que le dijo que si no necesitaba nada, se iba a casa. Hace mucho tiempo que está solo en la oficina. No es que tenga mucho trabajo, es que no quiere volver a su casa.

Por fin, recoge los papeles que ha ido dejando esparcidos por la mesa a lo largo del día, los restos de un bocadillo y una lata vacía de Coca- Cola y apaga el ordenador. “Seguro que ahora hace mucho frío”, piensa mientras se va abotonando el abrigo y sale al aparcamiento, donde sólo quedan tres o cuatro coches, supone de los de seguridad, y algún que otro que, como él, que trabaja a deshora.

Mientras conduce hacia su casa por una ciudad semivacía, va pensando que con lo tarde que es, seguro que Elisa ya estará dormida.

Por suerte, hay un sitio para aparcar justo en la puerta de casa, así ni siquiera tendrá que meter el coche en el garaje. Siempre que tiene que meterlo se pregunta quién fue el arquitecto que lo llenó de pilares que hacen prácticamente imposible aparcar sin darse algún golpe con alguna de ellas.

Cuando llega a casa, la luz de su dormitorio está encendida.
- Buenas noches, Elisa.
- Es muy tarde, - dice Elisa sin mirarle.

Como desde hace demasiado tiempo, la primera frase de Elisa ha sido un reproche.

Se mete en la cama y dice en voz alta “¿Cómo hemos llegado a esto?”. Elisa levanta la mirada del libro y le mira con cara de sorpresa.

Pero la pregunta está dicha, y casi sin querer, sigue haciendo preguntas en voz alta:
- ¿Te acuerdas al principio? Nos pasábamos el día besándonos, y no había quien nos separase. Nos llamaban “los pegajosos” – dice Carlos, y continúa - ¿Y aquella vez en que llamamos al trabajo diciendo que estábamos malos y nos fuimos tres días a Roma?- insiste.
- Sí, y en Barajas nos encontramos con la mujer de mi jefe, pensé que me iban a echar.
- ¿Y de aquellos domingos en los que estábamos hasta las dos de la tarde haciendo el amor?
- Nos levantábamos para comer y nos volvíamos a la cama – dice ella.
- ¿Te acuerdas de cuando nos queríamos? – dice Carlos en un suspiro.

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