DOS MINUTOS

Ana mira el calendario. Seis de abril. Cualquier otro mes, no lo tendría tan claro, pero esta vez sabe exactamente cuándo fue su última regla, justo antes de irse de vacaciones. De eso hace ya más de un mes.

Intenta echar cálculos mentalmente, pero pierde la cuenta una y otra vez. Vuelve a mirar el calendario y cuenta con los dedos… Catorce días.

Abre el bolso y saca el test de embarazo que compró ayer. No es la primera vez que se hace un test de embarazo, así que ya sabe cómo va esto. Por si acaso, le echa un vistazo al prospecto.

Va al baño y se mira en el espejo. Intenta buscar algo diferente en su cuerpo. Algo que pueda decirle si es simplemente un retraso o si crece un hijo dentro de ella, pero nada. Se ve como siempre. Quizás con más ojeras, pero anoche se acostó tarde y hoy se ha levantado pronto.

“¿Y si estoy…”, dice en voz baja, pero ni siquiera se atreve a terminar la frase. No es que no quiera tener hijos, es algo que se ha planteado en varias ocasiones, pero ¿ahora?, ¿ya? No sabe si está preparada para ser madre, ¿pero cuándo se sabe si estás o no preparado para algo así?

Ana intenta pensar cómo será su vida si realmente está embarazada. Hasta hace nada, detestaba a los niños pequeños, pero de un tiempo a esta parte eso ha cambiado: ahora le gustan y, los que la han visto, dicen que tiene buena mano con ellos. Pero ser madre es un trabajo a tiempo completo que no tiene nada que ver con ser niñera a ratitos.

Piensa en él, seguro que se pone loco de contento. Y su madre, y su suegra, que están deseando ser abuelas. Y su padre, y su suegro que, mucho más prudentes, no preguntan, pero tienen las mismas ganas de malcriar a un nieto que las abuelas.

Mira el reloj. Sólo ha pasado un minuto. Se sorprende por la de cosas que ha sido capaz de pensar en tan poco tiempo.

¿Cómo afectará eso a su carrera? Ahora está en la cresta de la ola, ha trabajado muy duro para estar donde está y no está muy segura de si quiere renunciar a ello. Tiene unos horarios criminales, sabe a qué hora entra, pero nunca sabe a qué hora va a salir, ¿cómo compaginar las dos cosas?

Vuelve a mirar el reloj. Queda medio minuto. Ana intenta recordar cuándo fue la última vez que dos minutos se le hicieron tan largos. Éstos parecen eternos.

Va a la cocina. Abre un armario, saca un vaso y se pone un zumo. No es que tenga sed, es sólo por hacer algo mientras termina de pasar el tiempo. Da un par de sorbos y deja el vaso en la encimera, está demasiado nerviosa como para beber nada.

Por fin han pasado los dos minutos. Va al baño y vuelve a mirar el prospecto, una línea es que sí, dos es que no. Ana suspira. Sea lo que sea, ya tiene una respuesta.

7 comentarios:

Anonima dijo...

es cruel dejar la historia asi,sin final xD
espero k la termines
un saludito

Anónimo dijo...

Tiene suerte. Antes había que esperar media hora.
El temor, el mismo.

Lucía dijo...

Anónima, final tiene, otra cosa es que te deje con la miel en los labios ;). Bueno, prometo seguir con ella algún día :).

Alicia, ¡media hora!, ¡como para volverse loca!

Lluís dijo...

No solo inluye el momento personal, sino también la otra persona.

Al final un hijo casi siempre es de dos, y esa relación compartida es para toda una vida, se conviva ó no.

Aunque en esto, como en otras cosas, las mujeres teneis ventajas.

Que haría Ana, si fuera que si?

Lucía dijo...

Lluís, cuando sepa si es que sí o que no, le digo que te cuente qué planes tiene ;). Un besito.

belenmadrid dijo...

Desde luego esto es bastante común hoy en día, sobre todo, que la carrera pase delante de tener hijos, lo cual, quieras que no, es una pena.. (y lo digo yo que no me he hecho nunca una prueba de esas, que conste, jeje)

Lucía dijo...

Géminis: no sé si es bueno o malo. Supongo que cada uno organiza su vida como quiere y establece sus prioridades... ¿no?