PAÑUELOS DE PAPEL

Ana coge un pañuelo de papel para secarse las lágrimas que le resbalan por el rostro al tiempo que busca otro en el paquete que tiene al lado. Se suena la nariz, se seca los ojos y sigue sacando pañuelos. Con uno no hay suficiente para secarse los ojos, sonarse la nariz, y frenar las lágrimas que le llegan hasta el cuello.

Hoy se ha despertado con su recuerdo en la cabeza. Él, que ni está, ni volverá a estar. Esta noche ha soñado con él, "demasiado a menudo lloro una pérdida de alguien a quien nunca tuve", piensa. Al menos, es domingo y hoy no trabaja, hoy no podría enfrentarse con nadie. Mirar a alguien y echarse a llora sería todo uno.

Aparta las sábanas que aún la tapan y despacio, como si se hubiese convertido en una anciana, y se pone en pie. Está agotada. Coge su caja de pañuelos y se va a la cocina. la cocina vacía. Esa cocina que parecía cocinar sola cuando estaba él y ahora hace meses que está impecable y sin usar desde que no está. "Da igual, si no me gusta desayunar".

La verdad es que habría preferido seguir durmiendo. Cuando soñaba estaban juntos. Juntos y eran felices. "Qué cene anoche?" se pregunta: "un zumo y una aspirina". Entonces, ¿por qué ese sueño tan... real?.

Pero sabe la repsuesta, aun está enamorada de él. Pero ya no le echa de menos continuamente. Ése es su avance en esta guerra contra los días y el dolor.

Se acerca a su mesa, bañada por un sol tibio. Aparta el sillón y se sienta sobre el cojín. La mesa está llena, tiene todo lo que puede necesitar para escribir, para leer, para dibujar, para pegar, para recortar. Rebusca debajo de un montón de papeles, saca un papel y se pone a escribir.

"Te echo de menos. Echo de menos tus mimos cuando estaba triste y tus SMS a las tantas de la mañanda diciéndome que no podías dormir, que si estaba despierta me llamabas y hablábamos un ratito, y cuando ya íbamos a colgar, siempre me decías que eso era casi como dormir conmigo. Pero si algo echo de menos es mi sonrisa eterna siempre que te veía"

Sigue escribiendo durante un rato hasta que deja caer el bolígrafo mientras deja escapar un grito reprimido demasiado tiempo, que se funde con las lágrimas y la frustración. No queda ni un sólo pañuelo en la caja, está vacía. Se limpia las lágrimas con las manos, arranca la hoja del cuaderno, la convierte en una pelota y la lanza por encima de su cabeza.

Ana mira cómo cae la bola de papel en la que le ha dicho todo lo que necesitaba decirle desde hace tanto tiempo. Ahora ya no llora, el corazón vuelve a latir a su ritmo y mira por la ventana. Suspira, llenando de aire sus pulmones. Por fin es capaz de volver a respirar.

5 comentarios:

Lluís dijo...

Mira que te gusta el melodrama.

Lucía dijo...

Yo dejándome las pestañas buscando el equilibrio entre el drama y el final feliz, y tú sómo me dices "Mira que te gusta el melodrama"!.

Si no fuera porque eres mi amigo, creo que te odiaría :P.

Besitos.

Lluís dijo...

No me odies, jjajajaaja, solo era una toque de humor sarcástico.

¿Tiene un final feliz? Ana no desea realmente ese final. ¿Es una resignación,el olvido definitivo, o la vuelta a la carga con más fuerza?

El susto me lo lleve yo, con César Ferri; el ex-novio de mi hermana se llama igual. También hubiera sido una gran casualidad.

Besos.

Anonima dijo...

Estas pequeñas historias le dan un toque de una anterior estilo al blog.
Queda interesante.

un saludo
Laura V

Enrique Páez dijo...

Felicidades por tu nuevo blog que comienza con fuerza. Un abrazo