CUADERNO VERDE

Recuerdo a mi padre buscando la llave en un llavero repleto. Mi madre le decía que seguro que estaba en otro llavero y él decía que no, que estaba en ese llavero de toda la vida y que tarde o temprano acertaría con ella.

Así fue probando llave tras llave hasta que encontró la correcta y abrió la puerta. Lo primero que sentí fue un olor a cerrado mezcla de rancio y polvo. Serían las doce de la mañana y la luz entraba a raudales por las ventanas pese a que acumulaban unos siete años de sol, lluvia y viento.

En lo que había sido el salón, quedaban unos sillones rojos de eskai, una alfombra vieja y raída y una mesita pequeña. Fui explorando habitación por habitación, cuando tienes una edad en la que no te suelen dejar tocar nada, entrar en una casa en la que te puedes llenar de polvo, tocar y desordenar, es como una invitación al paraíso.

Sin embargo, lo que mejor recuerdo de aquel día es una habitación en concreto. No era ni muy grande, ni muy pequeña, y tenía los muebles de color azul, la cama, la mesa, la silla, una cómoda con tres o cuatro cajones, el armario…

Fue en un rincón del armario donde encontré un cuaderno pequeño, con las tapas verdes. Antes incluso de abrirlo sabía que era importante. Era un diario. Entonces me pregunté por qué alguien escribiría su vida cotidiana, sentimientos, penas y alegrías en un pequeño cuaderno susceptible de ser descubierto.

Hay quien escribe sus notas en un pequeño cuaderno de tapas verdes escondido al fondo de un armario, yo las escondo en un post. Tanto en un sitio como en otro, quien las encuentra no puede resistirse a leerlas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, por dejarnos leer tu "cuaderno de tapas verdes"